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Seguir caminando para crecer

  • Foto del escritor: The Mexican Nomads
    The Mexican Nomads
  • 1 jul
  • 4 Min. de lectura

A lo largo de la vida he transitado caminos suaves, llanos, rocosos, arenosos e incluso cubiertos de nieve. Cada uno ha implicado un reto distinto, una lección distinta. E inevitablemente, con cada paso reflexiono sobre cómo cada decisión, error y acierto me ha conducido hasta este instante preciso.


Me gusta explorar territorios: ciudades, playas, montañas, selvas, desiertos. Si mis pies tuvieran un contador de kilómetros, tendrían más recompensas que las que dan las aerolíneas. No sólo por las veces que he caminado, corrido o escalado, sino por la diversidad de zapatos en las que lo he hecho: tenis, botas, sandalias, tacones, zapatos de escalada… Siento que cada tipo de zapato crea una versión de mí misma.


Un día, subiendo la Malinche, bajo el frío, con algo de taquicardia y el aire escaso, comprendí que la montaña encarna de forma metafórica mi existencia. Quizá el clima me haga dudar de continuar, de si es seguro o de no vislumbrar el camino por delante, y la incertidumbre de lograrlo se apodera de mí. Sin embargo, me digo (y te digo): el verdadero poder reside en cada paso que decides dar, en cada respiración que eliges no abandonar y en la voluntad de persistir ante la adversidad —que solo existe si decidimos verla así. Ese trayecto, en esencia, nos prepara para lo que está por venir: para fortalecernos, agilizarnos, orientarnos y ampliar nuestra visión.


A veces he avanzado con tranquilidad y paso constante, guiada hacia mis metas. Otras, he sentido que ya no puedo más, que desearía que el sendero fuera más amable; sin embargo, el ascenso no ocurre en el momento que anhelo. Eso me ha hecho pensar cuántas veces en la vida debemos elegir seguir caminando: para progresar, para crecer… o simplemente para no estancarnos.


Uno de los hitos más desafiantes de mi camino fue prepararme para una competencia de fisicoculturismo. No se trataba solo de ajustar dieta o rutina; implicó elegir cada zapatilla pensando en la biomecánica de mis pasos, perfeccionar los movimientos de las poses reglamentarias y revisar hasta el último detalle del maquillaje para resaltar la definición muscular. Cada entrenamiento exigía movimientos específicos y una mente enfocada -que con el paso de los días- se iba sintiendo más y más cansada. Pero justo ahí aprendí a escuchar mis motivos y mis excusas. Me estaba convirtiendo en la cartógrafa de mi propia voluntad.


Elegí esa meta con la determinación de un explorador frente a un mapa inexplorado y en el proceso, supe que la verdadera conexión no es solo física: alinear tus pensamientos, tus palabras y tus actos crea una “coherencia mágica” que hace desaparecer los límites.


Hace algunos años, la vida me llevó a Rumania: descubrí el bullicio barroco de Bucarest, recorrí las calles empedradas de Pitești y me adentré en el encanto medieval de Brașov. Con un agente tan dulce como las leyendas que escuchaba y un aire cortante que obligaba a abrigarse, aprendí a encontrar calor en las pequeñas sorpresas del día a día.


De allí, salté a Brasil, donde Río de Janeiro me recibió con su mezcla explosiva de selva y arena, y São Paulo me sedujo con sus avenidas infinitas y su gente en perpetua celebración. Finalmente, crucé al noreste de Estados Unidos y me planté en Boston, donde el frío calaba hasta los huesos y las tormentas de nieve pintaban de blanco cada rincón, recordándome que el asombro también puede llegar envuelto en escarcha.


Esa línea tan delgada entre un paso y el siguiente —la dirección que elegimos tomar— ha desencadenado los eventos más significativos de mi vida. Por eso insisto en saborear cada trayecto: cada destino abre un nuevo capítulo, y cada decisión, por pequeña que parezca, traza el mapa de nuestro propio viaje.


Tal vez todos los caminos —físicos, mentales y espirituales— converjan en nuestro comportamiento diario: observar que nuestra mente, ante la naturaleza, refleja patrones íntimos. Dicen que la mente nos guiará hacia lo que deseamos, aunque a veces ni siquiera sepamos cuál es ese deseo. Por eso es vital mantener los pies firmes, visualizar en el corazón nuestra dirección y enfocar mente y voluntad, dejando que los pies avancen confiados en el sendero. No rendirse, igual que en la vida, porque nada termina hasta que verdaderamente termina.


Mi corazón hoy alberga una nueva meta, un nuevo destino, un nuevo objetivo: la vida nómada digital. Si se mira desde Instagram todo parece color rosa, pero mi corazón y mis pies saben que es un camino que debe andarse con firmeza, con la convicción de quién se es pero al mismo tiempo la suavidad para sentirse cómoda, la flexibilidad para adaptarse a nuevos territorios sin caerse y la tracción para sostener lo más valioso que tengo en este mundo: a mí misma.


Hay aventuras que aún no he decidido, cosas que estoy dejando ir y cosas nuevas que llegan a mi vida, entre ellas los tenis que me acompañarán. Sé que en este nuevo viaje el panorama cambiará y las condiciones climáticas también, pero para esos momentos de traslado, cambio de aeropuerto, recorrer ciudades o caminatas en medio de la naturaleza, elegí el modelo gris de Caterpillar para mujer. Al principio los sentí un poco rígidos, pero después noté el buen apoyo en los tobillos, la plantilla cómoda, y la suela de goma que ayudó a que no me resbalara. Me pude mover con firmeza y comodidad a la vez.


Al igual que en la vida, hay experiencias, momentos, viajes que pueden sentirse rígidos al principio, pero luego se vuelven apoyo: aprendizajes que nos sostienen y nos impulsan hacia nuestros objetivos.


A mí me encantó el color y el diseño de los que yo elegí. Son ligeros —pesan apenas 576 gramos— lo cual es perfecto para quienes viajamos con equipaje limitado, pero también estuve viendo otros modelos de la colección. Creo que el modelo negro para mujer puede ser una gran opción si prefieres un estilo más urbano, y el modelo azul para hombre está pensado para quienes están en constante movimiento en la ciudad.


Yo no he probado esos modelos, pero si tú los has usado, cuéntame en los comentarios cómo te fue. Me encantaría conocer otras experiencias de camino.


Por ahora, sé que cada elección está en mis pies: avanzar un paso a la vez, seguir mi camino y desear con el corazón que llegaré. ¿A dónde? No lo sé, pero quizá disfrutar el tramo sea la lección más valiosa. La vida no se detiene, y nuestros pasos tampoco deberían hacerlo.

 
 
 

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